- El príncipe de Carlos Casares -
Por: Leandro BolanoLejos de la aristocracia de la vieja Europa y de la nobleza con sangre real, un “príncipe” nació en la ciudad de Carlos Casares (Provincia de Buenos Aires), el 16 de Febrero de 1948. Su nombre: Roberto José Mouras.
Fue su ciudad quien lo vio erguirse con el pecho lleno de orgullo, llevando por siempre la estampa de “buena gente”; respetuoso, amable, solidario y carismático. De niño se destacó en la escuela, fue campeón de salto en largo y jugó al fútbol de lateral derecho en el Club Atlético Carlos Casares. Se recibió de Perito Mercantil al finalizar la secundaria con excelentes notas, y se abocó a su otra pasión, los autos.
Roberto, comenzó los fines de semana a participar de carreras clandestinas, que consistían en picadas y piruetas junto a su amigo Héctor Moro. Al ser menores de edad, en algunas oportunidades terminaban en la comisaría.
Su dedicación a pasar gran tiempo del día con los autos produjo la aprobación y posterior apoyo sostenido por su padre, comenzando así a correr con un Chevrolet “400” en la categoría mayor que ofrecía espectáculo en la pista construida en el parque de la Ciudad.
Su debut profesional se produjo en el año 1966 a los 18 años, en la localidad de Alberti (Pcia. de Bs. As).1970, es el año esperado por Mouras, donde su sueño se hace realidad: debutar en el histórico Turismo Carretera. Aquella temporada fue magra en resultados, pero positiva en la adquisición de experiencia.
Para 1976, presenta en sociedad al Chevrolet dorado con el número 7 en sus laterales en el Circuito Municipal de Buenos Aires, todo un símbolo para sus seguidores y para el mismo Roberto. A su vez, encuentra en una sociedad de piloto, preparadores (Omar Wilke y Jorge Pedersoli) y máquina el objetivo cumplido: ganar su primera carrera.
Los seguidores, del bautizado “Príncipe de Carlos Casares”, comenzaron a apodarlo también como el “Toro”, para enmarcar su identidad a través de su bravura.
La sucesión de victorias heroicas, llenas de emotividad a través de los años hicieron del “Príncipe” una leyenda viviente, un caballero entre sus pares, un hombre de perfil bajo que en todo momento expresó su respeto a sus rivales y siempre se entregó a dar espectáculo a quienes recorrían grandes distancias para verlo desde atrás de un alambrado a la vera del camino.
Sus virtudes al volante, desencadenaron en los campeonatos obtenidos de los años 1983, 1984 y 1985. Su último gran premio fue el 22 de Noviembre de 1992, disputado en la ciudad de Lobos, competencia que quedó en la memoria de todos los seguidores del automovilismo por su triste y fatídico desenlace.
Aquel domingo, todo parecía estar a favor de Mouras, los espectadores, en su mayoría dejaban de lado su fanatismo por una marca u otra, tal vez porque Roberto, inspiraba el respeto de todos los seguidores del TC.
Mouras ganaba la carrera, y en un despiste, el automóvil impactó con su lateral izquierdo de lleno contra un talud de tierra que se encontraba a pocos metros de la pista.
La polvareda que se esparció en aquel sitio parecía no querer dejar saber el resultado de lo que se temía. Las voces se callaron y solo hubo silencio, expectativa, rezos e incertidumbre.
La palabra “muerte”, comenzó a expandirse mediante la amplia red radiofónica que se extendía a lo largo de todo el circuito. El príncipe había dejado en ese montículo de tierra, su vida, sus logros y el comienzo a la inmortalidad a través del tiempo.
A poco menos de 20 años, aquel hombre está más vigente que nunca, con un autódromo que lleva su nombre (Autódromo de La Plata), al igual que dos categorías dependientes de la Asociación Corredores Turismo Carretera (ACTC), y un público que lo mantiene vivo en muchas de las banderas colgadas en los alambrados perimetrales de los circuitos de todo el país.
Roberto José Mouras, el “Príncipe” que hizo de Carlos Casares, un mito, una cuna de campeones y un lugar para reencontrarse con sus principios, su historia y su vigencia.
Fue su ciudad quien lo vio erguirse con el pecho lleno de orgullo, llevando por siempre la estampa de “buena gente”; respetuoso, amable, solidario y carismático. De niño se destacó en la escuela, fue campeón de salto en largo y jugó al fútbol de lateral derecho en el Club Atlético Carlos Casares. Se recibió de Perito Mercantil al finalizar la secundaria con excelentes notas, y se abocó a su otra pasión, los autos.
Roberto, comenzó los fines de semana a participar de carreras clandestinas, que consistían en picadas y piruetas junto a su amigo Héctor Moro. Al ser menores de edad, en algunas oportunidades terminaban en la comisaría.
Su dedicación a pasar gran tiempo del día con los autos produjo la aprobación y posterior apoyo sostenido por su padre, comenzando así a correr con un Chevrolet “400” en la categoría mayor que ofrecía espectáculo en la pista construida en el parque de la Ciudad.
Su debut profesional se produjo en el año 1966 a los 18 años, en la localidad de Alberti (Pcia. de Bs. As).1970, es el año esperado por Mouras, donde su sueño se hace realidad: debutar en el histórico Turismo Carretera. Aquella temporada fue magra en resultados, pero positiva en la adquisición de experiencia.
Para 1976, presenta en sociedad al Chevrolet dorado con el número 7 en sus laterales en el Circuito Municipal de Buenos Aires, todo un símbolo para sus seguidores y para el mismo Roberto. A su vez, encuentra en una sociedad de piloto, preparadores (Omar Wilke y Jorge Pedersoli) y máquina el objetivo cumplido: ganar su primera carrera.
Los seguidores, del bautizado “Príncipe de Carlos Casares”, comenzaron a apodarlo también como el “Toro”, para enmarcar su identidad a través de su bravura.
La sucesión de victorias heroicas, llenas de emotividad a través de los años hicieron del “Príncipe” una leyenda viviente, un caballero entre sus pares, un hombre de perfil bajo que en todo momento expresó su respeto a sus rivales y siempre se entregó a dar espectáculo a quienes recorrían grandes distancias para verlo desde atrás de un alambrado a la vera del camino.
Sus virtudes al volante, desencadenaron en los campeonatos obtenidos de los años 1983, 1984 y 1985. Su último gran premio fue el 22 de Noviembre de 1992, disputado en la ciudad de Lobos, competencia que quedó en la memoria de todos los seguidores del automovilismo por su triste y fatídico desenlace.
Aquel domingo, todo parecía estar a favor de Mouras, los espectadores, en su mayoría dejaban de lado su fanatismo por una marca u otra, tal vez porque Roberto, inspiraba el respeto de todos los seguidores del TC.
Mouras ganaba la carrera, y en un despiste, el automóvil impactó con su lateral izquierdo de lleno contra un talud de tierra que se encontraba a pocos metros de la pista.
La polvareda que se esparció en aquel sitio parecía no querer dejar saber el resultado de lo que se temía. Las voces se callaron y solo hubo silencio, expectativa, rezos e incertidumbre.
La palabra “muerte”, comenzó a expandirse mediante la amplia red radiofónica que se extendía a lo largo de todo el circuito. El príncipe había dejado en ese montículo de tierra, su vida, sus logros y el comienzo a la inmortalidad a través del tiempo.
A poco menos de 20 años, aquel hombre está más vigente que nunca, con un autódromo que lleva su nombre (Autódromo de La Plata), al igual que dos categorías dependientes de la Asociación Corredores Turismo Carretera (ACTC), y un público que lo mantiene vivo en muchas de las banderas colgadas en los alambrados perimetrales de los circuitos de todo el país.
Roberto José Mouras, el “Príncipe” que hizo de Carlos Casares, un mito, una cuna de campeones y un lugar para reencontrarse con sus principios, su historia y su vigencia.
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