jueves, 6 de febrero de 2014

PARADOJAS DE LA VELOCIDAD

NOTICIAS VELOCES

Juan Pablo Zangara
(Especial para Noticias Veloces.)



1. Aquiles, hijo de Peleo, rey de los mirmidones de Ftía, el de los pies ligeros, es el más veloz de los guerreros que cumplen con su destino en la guerra de Troya. Cuando por fin depone su cólera y se lanza contra Héctor (en el canto XXII de la Ilíada, el poema inmortal de Homero), se asemeja a un gavilán, el ave más ligera, arrojado en fácil vuelo tras la tímida paloma. Sin embargo, no hay velocidad que valga. Como en sueños, ni el que persigue puede alcanzar al perseguido, ni éste huir de aquél. Cómo no recordar a propósito la situación similar en Rush, el filme de Ron Howard: ni James Hunt puede dar alcance a Nikki Lauda en las pistas donde se dirime el campeonato de Fórmula 1 de 1976, ni éste escapar de aquél. (Es discutible, claro, la asociación de Hunt con Aquiles, cuando es Lauda quien sorprende incluso a los mecánicos de Ferrari con sus trucos para aligerar el andar de la máquina. Pero recordemos que Dante, en su Divina Comedia también inmortal, condena a Aquiles, precisamente, al segundo círculo del infierno: el de los lujuriosos.)
   Es que toda persecución tiene algo de onírico, pues nos recuerda de qué está hecho el objeto del deseo.

2. Aquiles, pese a ser el de los pies ligeros, tampoco puede dar alcance a la humilde tortuga en la célebre paradoja planteada por Zenón de Elea. (Como su rival es mucho más veloz, se le conceden al quelonio unos metros de ventaja. Para superarlo, Aquiles debe antes alcanzarlo; para alcanzarlo, debe recorrer la distancia que los separa, por mínima que sea; pero primero debe recorrer la mitad de esa distancia, y luego la mitad de esa mitad, y así hasta el infinito. La conclusión es que nunca consigue alcanzarlo.) (Habría bastado que conociera a nuestro Carlitos Balá: ¡el movimiento se demuestra andando!) En esta antigua paradoja, Jorge Luis Borges supo reconocer una matriz precursora de los relatos kafkianos, donde abundan los personajes que nunca logran llegar a donde se dirigen.
   Si de los juegos de la lógica pasamos a las reglas del sueño, se trata de la paradoja con la que el objeto del deseo atrapa al sujeto: la fuerza de atracción del objeto es irresistible, pero a la vez resulta inalcanzable. Si lo fuera, ya no espolearía nuestro deseo.

3. Puede que haya que considerar la cuestión en estos términos: la velocidad acaso sea una enemiga del deseo. El objeto que perseguimos se desplaza de manera desfasada respecto de la velocidad: demasiado rápido o demasiado lento, siempre se (nos) escapa. Parece que Aquiles da caza por fin a Héctor, que gana la carrera a la tortuga, que Hunt atrapa por fin a Lauda… pero no: o nunca lo consiguen, o los rebasan fácilmente. El objeto que persiguen los elude, se les escabulle, nunca está donde lo buscan y lo encuentran donde no lo esperan. ¿Es quizá más rápido? ¿Es quizá más lento? ¿A qué velocidad se desplaza ese objeto?
   Como en los sueños, el sujeto que persigue se siente atrapado en una sustancia viscosa que lo retiene; una sustancia en la que se estanca y desde la que contempla, fascinado, como en un cine de la psique, el movimiento elusivo de las cosas.

1 comentario:

  1. Josefina López Mac Kenzie12 de febrero de 2014, 13:55

    Apasionante, como todas las que viene publicando Juampi.

    ResponderEliminar