(Historias en primera persona)
Por: Miguel Colazo
El domingo 26 de abril de 1970 se disputó en el circuito callejero del parque de Montjuich, Barcelona, España, la tercera fecha del campeonato europeo de Fórmula 2, con la presencia del equipo del Automóvil Club Argentino y el Club YPF, integrado por Carlos Alberto Reutemann y Benedicto Caldarella.
El trazado
catalán, dotado de una belleza natural impresionante, dada por los árboles y el
resto de la vegetación lugareña más las construcciones muy antiguas, se parecía
más al callejero de Pau que al de Montecarlo. Allí llegué yo el jueves previo a
la carrera, después de haber visto una semana antes el Gran Premio de España de
F1 en el trazado madrileño de Jarama, un autódromo que no superaba por mucho al
Oscar Cabalén de Córdoba.
Mi primera impresión de Barcelona fue asistir ese mismo jueves al Salón Internacional del Automóvil, una maravilla y al anochecer presentarme en busca de mi acreditación en la sede del Real Automóvil Club de Cataluña, cuyo presidente, el Sr. César Mora había preparado agasajos especiales para la gran cantidad de periodistas argentinos que habían concurrido a cubrir la competencia de F2. Entre ellos estaban todos los “negros”, el Negro Thiery de Corsa, el Negro Cando de Splendid, con su brazo derecho el Negro Dieguez y su hermana una morocha indexada (diría Juan Carlos Calabró), y el Negro Acosta, de Córdoba a quien en la Docta nunca le dijimos el Negro sino la Víbora, pero en Buenos Aires lo conocían mucho más por el Negro Acosta. También estaba el Pelado De Rosa por Carburando y el viejito Miguel Angel Merlo de La Razón, entre otros, porque seguro que me olvido de unos cuantos.
Junto con la F2 europea competía la F3 inglesa y me llamó la atención el nivel de los jovencitos de esa categoría, donde ahí se destacaron a mis ojos tres de ellos: Tony Trimmer, Barry Maskell y Norman Foulds. Solo el primero de ellos llegó a correr alguna competencia de F1, los otros dos y el resto de los participantes quedaron ahí sin poder progresar mucho. Pero los argentinos estábamos por Reutemann y Caldarella, aunque sabíamos que “Chiche” no estaba cómodo, a mi me lo dijo Aldo su hermano en un vuelo de Air Afrique que compartimos entre Dakar y Las Palmas de Gran Canaria.
Reutemann, como siempre, imperturbable, yo recuerdo una anécdota muy especial que no se me borrará nunca. Por lo pronto yo creo que voy a ser el primero en decir que, en Europa, Reutemann le daba muy poca bolilla al periodismo argentino, daba la impresión de que lo molestaban los muchachos de las radios y diarios de nuestro país. El “Lole” solo dialogaba fluidamente con dos colegas, uno Peter Windsor, que terminó siendo un farsante muchos años después, inventando un equipo de F1 que nunca existió y enganchando a Pechito López como un incauto.
Pero en aquellos años era un tipo respetado y el Lole le daba
bolilla. El otro que dialogaba como quería con el santafesino era Héctor
Acosta. Tal vez le tenía miedo a La Víbora. El viernes a la tarde, mejor dicho
a la siesta, en Barcelona, antes de salir a hacer los primeros entrenamientos
oficiales, se presentó ante nuestro compatriota don Miguel Angel Merlo, jefe de
automovilismo de La Razón, a quien yo conocía muy bien, porque desde la carrera
de F2 internacional en Córdoba del 13 de diciembre de 1968, yo era corresponsal
del vespertino porteño en Córdoba y lo primero que me dijeron era que estaba a
las órdenes del viejo Merlo, un tipo muy jodido. Realmente lo era, pero también
muy derecho, creo que llegó a apreciarme lo mismo que yo a él. Merlo, a quien
nunca vi con un grabador en la mano, si tenía siempre una libretita y un
bolígrafo, como lo aprendió a su lado en Clarín Miguel Angel Sebastián una o
dos décadas más adelante.
Merlo, me acuerdo porque estaba yo a su lado, se
acercó a Reutemann y con el ceño y el gesto adusto le lanzó la primera
pregunta: ¿Cómo están las cosas?. A lo que el Lole respondió: “Bien, todo está
sobre el camión”. Debo aclarar que el camión del equipo ACA YPF era el más
impresionante de todo el parque de la categoría. Merlo se quedó callado,
Reutemann también y ahí terminó el diálogo. Cuando un mes después volví a la
Argentina, al reintegrarme a la agencia de La Razón, en Córdoba, calle Belgrano
136 subsuelo, lo primero que hice fue ir a ver el archivo del diario. Y ahí
estaba la nota de Merlo enviada desde Barcelona. Tenía un título a nueve
columnas que decía “Reutemann exclusivo: Todo está sobre el camión”. Y el
viejito contaba del circuito, de los árboles, de los castillos, de todo un poco
y el escueto diálogo del que fui testigo. La carrera la ganó Derek Bell,
seguido de Henri Pescarolo, Emerson Fittipaldi, Robin Windows, Dieter Quester y
Carlos Reutemann en el 6º lugar. Yo debuté como comentarista radial del Negro
Cando por Splendid…
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