viernes, 20 de marzo de 2015

MÁS QUE HUMANO

NOTICIAS VELOCES


Juan Pablo Zangara
(Especial para Noticias Veloces)


1. “Desiste, Alejandro, de intentar imposibles, no sea que por rastrear el abismo te prives de la vida”. Después de haber vencido a Darío, rey de los persas, el joven hijo de Filipo dirige a sus hombres hacia los confines del mundo conocido. Primero decide aventurarse en el inaccesible mar; hace construir una gran jaula de hierro con una enorme tinaja de cristal (que cuenta con una escotilla) y, una vez dentro, desciende hasta las profundidades, donde es atacado por un pez gigante del que se salva raspando. Luego, allí donde el cielo se incurva, manda capturar dos aves blancas y grandísimas; ordena atarles al cuello un madero con forma de yugo, hace preparar un cesto con piel de buey, se sube en él y consigue que los pájaros levanten vuelo: desde lo alto contempla la Tierra como un diminuto círculo rodeado por una serpiente.

Como si la biografía histórica no fuera por sí sola sorprendente, el desconocido prosista al que los filólogos llaman el Pseudo Calístenes registra estas dos aventuras maravillosas en su fabulosa y novelesca Vida y hazañas de Alejandro de Macedonia (escrita hacia el siglo III de nuestra era, dónde si no, en Alejandría). La hazaña submarina y el viaje más allá del cielo, ambos increíbles para los antiguos, son reproducidos en la versión medieval de esta fábula, el Libro de Alexandre, esa joya del mester de clerecía del siglo XIII.
Así que eso de inventarles acciones extraordinarias a los ídolos viene de bastante lejos.

2. El Gran Premio de Nürburgring en 1957, maniobrando al filo de las curvas con su Maserati 250 F, bajando a cada vuelta el récord del circuito, arrollando las Ferraris de Peter Collins y Mike Hawthorn: ¿hace falta agregar algo al mito de Juan Manuel Fangio? Liderar todos los grandes premios del campeonato de 1965 con su Lotus y hacerse un rato para ganar (¡ese mismo año!) las 500 Millas de Indianápolis: ¿hace falta inventarle algo más a Jim Clark? El cuarto lugar en el Gran Premio de Imola en 1976, sólo seis semanas después de haber recibido la extremaunción en la pista de Nürburgring, donde había sufrido quemaduras de tercer grado: ¿hace falta fabular al trazar el retrato de Nikki Lauda?
“¿Por qué, Alejandro, pisas un suelo reservado a la divinidad?”, graznan al Magno dos aves con rostro humano. “¡Oh, Alejandro! Tú, que no comprendes las cosas de la tierra, ¿intentas conocer las del cielo?”, le advierte otro ser alado con igual figura humana. Pero es que eso lo define como tal. El héroe es aquel que desafía los límites, porque los revela como límites al cuestionarlos con su impulso incontenible. Los desnaturaliza, los hace problemáticos (vale decir, sociales e históricos), sienta las bases para derribar esos límites de la existencia. El hombre común, en cambio, se limita a existir; los límites de la existencia no representan un problema para él, pues ni siquiera los concibe como tales.

Estos héroes no saben detenerse. Todos podrían hacer suyas las palabras que Sófocles pone en boca de Áyax: “Vergonzoso es que desee larga vida el hombre que no experimenta cambio alguno en sus desgracias. ¿En qué puede agradar un día tras otro arrimando y separando de la muerte? No compraría a ningún precio a un mortal que se inflama en vanas esperanzas. Hermosamente vivir o hermosamente morir es preciso que haga el bien nacido”.

3. Los griegos encontraron un nombre para la desmesura del héroe y la llamaron hybris. No hay héroe que escape a ella –como si su soberbia fuera obra del destino-, como tampoco al castigo de los dioses, últimos custodios de los límites humanos. 
Pero los héroes suelen ser tan tercos como los supo definir Friedrich Nietzsche en Ecce homo: “La verdadera divinidad consiste en cometer la falta, no en disponer el castigo”.
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario