Juan
Pablo Zangara
(Especial
para Noticias Veloces.)
1. Cierto
día en que su madre Carmen trabajaba en la producción de Folklorísimo, el niño Carlos Alberto García Moreno sorprendió nada
menos que a Eduardo Falú: “El maestro tiene una cuerda desafinada”. “¿Cuál?”,
inquirió éste, intrigado. “Ésta”, respondió el niño, y señaló la quinta. En
efecto, estaba desafinada. Fue entonces cuando todos supieron que la única
estrella de rock que parió la Argentina, el futuro bigote bicolor Charly García,
había nacido con esa curiosa capacidad perceptiva que se denomina oído absoluto. Años más tarde, con ese
mismo oído, Charly diagnosticaría que todas las bocinas suenan en ¿si bemol?
Pues este radar acústico no sólo puede identificar la nota exacta que produce
un instrumento cualquiera, sino también la nota exacta que produce la vibración
de cualquier objeto.
No tendrá oído absoluto, pero el luciferino
emperador de la Fórmula 1, Bernie Eccleston, acaba de protestar contra las
últimas modificaciones dispuestas en los motores de la categoría, entre otras
razones, por motivos acústicos: “La gente quiere ruido, algo especial, de eso
trata la Fórmula 1. Ahora tenemos motores silenciosos y la pista vacía. Todo el
asunto de los nuevos motores es totalmente absurdo”. (De paso: el término absurdus, con el que Cicerón se refería
a los argumentos disonantes en su De
Oratoria, solía emplearse en el alto latín para los sonidos desagradables.
Algunas etimologías lo asocian, claro, con cuestiones de sordos.)
2. Si
el piloto de carreras puede ser asociado con el músico que ejecuta un
instrumento, habrá que reconocer en el equipo de mecánicos la maestría y la
precisión para preparar lo que suena como un violín. En la jerga, ¿no se
“afina”, acaso, un motor? Basta contemplar al experto sobre ese intríngulis de
válvulas, pistones, bobinas y cilindros –entre otras tantas piezas de ese rompecabezas-
para pensar de inmediato en el afinador de un piano, que tampoco la tiene muy
fácil que digamos. Un pianista también puede hacer las veces de mecánico, como
le ocurrió a John Cage en 1938, cuando inventó aquello del piano preparado. Obligado a convertir el único piano de cola que
cabía en el escenario en una orquesta de percusión (para Bacchanale, la coreografía que había creado la bailarina Sibila
Fort), Cage empezó a meter clips, tornillos y burletes entre las cuerdas, y
consiguió un sonido metálico apagado que se volvió una de sus marcas de
fábrica. (Vean al pianista israelí David Greilsammer siguiendo las
instrucciones precisas de Cage para preparar ese sonido –http://www.youtube.com/watch?v=kc3-C7Lnzh0- y
digan si no parece un mecánico.)
Un paso más y cabría considerar al propio
motor como un instrumento musical, terreno aún poco explorado por el arte. Pero
a no desesperar: ahí está el cuarteto de cuerdas y helicóptero (el Helikopter Streichquartett) compuesto en
1993 por Karlheinz Stockhausen, el primero en estudiar las posibilidades de la
música electrónica. Sí: tres violines y un chelo, cada uno sobre un
helicóptero. (En http://www.youtube.com/watch?v=7ykQFrL0X74 pueden
verlo ejecutado por el cuarteto Elysian hace poco, en 2012.)
3. “Lenguaje
a la vez inteligible e intraducible”, la música, en las palabras de Claude Lévi-Strauss
(el mayor antropólogo del siglo XX, y no porque haya muerto pasados los 100
años), es “el misterio supremo de las ciencias humanas”. (En su afán por rozar
ese misterio con la escritura, compuso Lo
crudo y lo cocido como un repertorio musical: “Sonata de los buenos
modales”, “Fuga de los cinco sentidos”, “Cantata de la zarigüeya”, y así.) ¿Cómo
se explica si no que el público de cualquier recital, sinfonías motoras
incluidas, reconozca cuando algo suena mal? Será lo que será, pero este
Eccleston la sabe lunga.
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